jueves, 8 de octubre de 2015

1ª RUTA: Faros y acantilados del Monte Buciero (Santoña)

Para comenzar el curso proponemos, como primera ruta, realizar el recorrido comprendido entre los faros y acantilados del Monte Buciero en Santoña.

FECHA DE LA RUTA 
Sábado 17 de octubre de 2015

LOCALIZACIÓN

Santoña (Ubicación pinchando aquí)

LUGAR DE ENCUENTRO PARA COMENZAR LA RUTA
La senda comienza al final del paseo marítimo (Paseo Pereda), junto al Fuerte de San Martín, siendo el aparcamiento, junto al final del paseo, el lugar de encuentro
DATOS DE LA RUTA
Ruta Monte Buciero
Distancia Total
12 kilómetros incluyendo bajada al Faro del Caballo
Duración Total
4 horas. Sin contar la parada para comer.
Dificultad
Escasa. Al final hay un tramo de dificultad media.
Desnivel
235 metros, sin bajar al Faro del Caballo que consta de 667 peldaños. (casi 800 hasta el mar)
Tipo de camino
Ruta circular de pista pedregosa y sendero. Hay un tramo de sendero un poco complicado. Va entre bosques de encina, madroño y laurel.

 
UN POCO DE HISTORIA
 Tirando del hilo prehistórico hasta Roma, a sus faldas, el imperio construyó muy probablemente el Portus Victoriae —enmarcado por varios historiadores en lo que hoy es Santoña— como lugar estratégico en el comercio con las Galias.

El Buciero es ese lugar mágico constantemente amamantado por el rumor del mar. Entre sus acantilados se han atizado naufragios, desgracias que no han podido evitar ni siquiera la posición de sus dos faros, el del Pescador —hoy convertido en museo, con pinturas de Eduardo Sanz— y el del Caballo, al que es preciso acceder atléticamente bajando sus más de 700 escalones.

Hoy es un cruce de rutas para bien de senderistas y peregrinos del camino de Santiago por el norte.
La brisa por encima de sus bosques de encinas, laureles, madroños; de hayas, acebos, avellanos, y la permanente presencia sonora de las corrientes bajo sus faldas lo convierten en un espacio irreal, extraño, embrujado. Desde los romanos, la obsesión por su control es constante. Las baterías de la edad moderna en sus lomas prevenían los acosos y ataques de ingleses y franceses. Fueron sus paredes las que avistó en su último viaje marítimo Carlos V. El viejo emperador, que retornaba a España camino de Yuste, entró a su abrigo en la bahía que le haría desembarcar en Laredo acompañado de su amante, Barbara de Bloomberg. Allí dejó el gobernante a la madama, madre de Jeromín —Juan de Austria— y allí, bajo el monte, está enterrada, en el monasterio de Montehano.

Las tropas napoleónicas se establecieron en sus lomas durante su conquista del sur hacia 1812, conscientes de que su magnífica vista hacia el mar y la cordillera les otorgaría un lugar de control seguro. Fue el mismo emperador quien mandó construir un fuerte que hoy lleva su nombre. Pero no es el único. El de San Carlos y San Martín, anteriores, del siglo XVII, rodean su contorno y multiplican su importancia como tierra de asalto permanente.

Otra fortificación se encuentra al noroeste, esta vez en forma carcelaria. La prisión de El Dueso, hoy todavía abierta, reposa con vistas hacia la playa de Berria y la marisma, con todo lo que eso debe suponer de suplicio para los reclusos. Construida en 1907, está rodeada por una muralla infranqueable de la que nunca nadie logró escapar.

(Fuente:  , Diario El País)